Todos los aspectos, tanto los positivos como los negativos, que hasta aquí
hemos comentado en el deporte griego antiguo, los encontramos reflejados en los textos literarios, que nos ofrecen grandes alabanzas del deporte y de los atletas y también fuertes críticas. Es la Ilíada, el poema con el que comienza la literatura europea, la obra con la que empieza también la historia de nuestra literatura deportiva. En el canto 23 de la Ilíada el poeta dedica nada menos que 640 versos a relatar los juegos funerarios que el héroe griego Aquiles organiza para honrar la memoria de su amigo Patroclo, muerto a manos del troyano Héctor. Otras pruebas componen el programa atlético de esta primera crónica deportiva de nuestra tradición literaria: el boxeo, la lucha, la carrera pedestre, el lanzamiento de peso y de jabalina y el tiro con arco.
hemos comentado en el deporte griego antiguo, los encontramos reflejados en los textos literarios, que nos ofrecen grandes alabanzas del deporte y de los atletas y también fuertes críticas. Es la Ilíada, el poema con el que comienza la literatura europea, la obra con la que empieza también la historia de nuestra literatura deportiva. En el canto 23 de la Ilíada el poeta dedica nada menos que 640 versos a relatar los juegos funerarios que el héroe griego Aquiles organiza para honrar la memoria de su amigo Patroclo, muerto a manos del troyano Héctor. Otras pruebas componen el programa atlético de esta primera crónica deportiva de nuestra tradición literaria: el boxeo, la lucha, la carrera pedestre, el lanzamiento de peso y de jabalina y el tiro con arco.
Como se ha indicado, se trata de juegos deportivos organizados para honrar la memoria de un difunto, de manera que ya en nuestro primer documento literario del deporte griego encontramos reflejada la estrecha vinculación entre deporte y religión antes comentada. No obstante, también los poemas homéricos documentan ya la que podríamos denominar “vertiente laica” del deporte griego, es decir, la práctica del deporte como diversión y por el mero placer de competir y también de mostrar cada uno su propia capacidad física. En realidad, el deporte está presente en todas las épocas y en todos los géneros de la literatura griega antigua, lo cual no es sino un evidente reflejo de su importancia dentro de la sociedad griega. Es, en efecto, difícil encontrar una sola obra literaria de la Antigüedad griega (sea prosa o verso, tragedia, comedia, oratoria, filosofía, historia, novela o medicina) que no contenga referencias al mundo del deporte, ya a través de descripciones de competiciones o reflexiones sobre el papel del deporte y los deportistas en la sociedad. Y hubo autores que plasmaron eso en la literatura formando versos, como Píndaro, que para él, el atleta es el hombre ideal, la más perfecta plasmación del aristócrata, tal como lo concibe el poeta, a saber, el hombre que destaca tanto por sus cualidades físicas como por sus cualidades intelectuales y morales. Con Píndaro llega hasta su más alta cima en el pensamiento griego la estimación del atleta, presentado en definitiva como un modelo. Nada más aleccionador al respecto que comparar a los atletas pindáricos con los que cinco siglos después describen los poetas Lucilio y Nicarco en sus epigramas satíricos. En ellos ya no aparecen los heroicos, hermosos e idealizados atletas de Píndaro, prodigios de fuerza y velocidad, sino atletas que son más bien prodigios de fealdad y torpeza, corredores tan lentos que llegan a la meta después del último y a los que adelanta hasta el público, y boxeadores que después del combate ni siquiera ellos mismos se reconocen al mirarse al espejo. Veamos un par de estos epigramas:
Nicarco, Antología Palatina 11.82:
Junto con otros cinco, en Arcadia participó Carmo en la carrera de fondo. ¡Milagro, pero es verdad: llegó…el séptimo! “Si eran seis -preguntarás quizá-, ¿cómo es que llegó el séptimo?”. Es que un amigo suyo se acercó a él [mientras corría] diciéndole: “¡Ánimo, Carmo!”. Y [el amigo] llegó antes que Carmo a la meta. Y si llega a tener Carmo cinco amigos más, habría llegado el duodécimo.
Lucilio, Antología Palatina 11.77
Después de 20 años Ulises regresó a su patria sano y salvo. y reconoció su figura su perro Argos al verlo. En cambio a ti, Estratofonte, después de cuatro horas boxeando, no es que no te reconozcan los perros, es que no te reconoce nadie en tu ciudad. Y si quieres mirar tu propio rostro en el espejo, tú mismo dirás bajo juramento: “No soy Estratofonte”.
Durante los siglos siguientes y hasta la abolición de los Juegos Olímpicos y el
final del mundo antiguo, a fines del siglo IV p.C., críticas semejantes contra el deporte profesional se repiten recurrentemente en las obras de poetas, oradores, médicos, filósofos, etc., como se repite igualmente un segundo motivo de censura que hemos encontrado ya en el fragmento de Eurípides antes comentado: el insano entrenamiento y régimen de vida de los atletas, que convertía a personas que en principio deberían ser prototipo de salud e incluso de belleza y armonía corporal, en hombres de cuerpos deformes por el sobredesarrollo y la excesiva especialización del entrenamiento e incluso en hombres de salud precaria. La aplicación de la gimnasia con ambos fines, para prevenir y curar enfermedades, experimentó gran auge a partir del siglo V a.C. .
Opiniones muy semejantes a las que reflejan los escritos médicos encontramos también en las obras de Platón y Aristóteles. Cuando Platón describe (en República y Leyes) el sistema educativo de su ciudad ideal, la educación física ocupa en él un lugar esencial (como ocurría realmente en la sociedad ateniense de su tiempo), tanto para los hombres como para las mujeres; sin embargo, Platón se muestra radicalmente contrario al tipo de vida que llevan los atletas profesionales. Pero, en fin, aunque el lado gimnástico de la educación pasó a un segundo plano, siempre encontró un hueco en el sistema educativo griego y es ése un rasgo positivo que volvemos a encontrar en nuestra sociedad: tanto en los sistemas políticos y educativos ideales imaginados por los filósofos como en la vida real de las ciudades griegas, los hombres dedicaban muchas horas a la práctica de la gimnasia y el deporte, y no únicamente durante los años que duraba la escuela, sino también, una vez abandonada ésta, a lo largo prácticamente de toda su vida.